Sentado en el banquillo mira al campo cómo todos juegan, pero a él le ha tocado esperar.
Sabe que también él está capacitado, pero debe esperar.
Ha trabajado duro para llegar hasta ahí, pero alguien le dijo que tenía que esperar.
Observa en silencio todos los pases, haciendo caso a la recomendación de esperar.
A pesar de todo está ilusionado, aunque tenga que esperar.
A falta de cinco minutos del final de la primera parte le sacan a jugar.
No es mucho, pero lo disfruta. Igual, si lo da todo, ya no tenga que esperar.
En el descanso todos van juntos. Pero como siempre está sentado en el banquillo, se olvidan de que existe.
Comienza la segunda parte. Le vuelve tocar esperar.
Un fuerte sentimiento de resignación empieza a invadirle por dentro.
Sigue observando. Callado. Debe esperar.
Surgen las dudas: "¿No seré lo suficientemente bueno?". Sigue esperando.
A pocos segundos del final ni siquiera le llaman.
Se enjuaga las lágrimas con disimulo, no sea que le vean y comenten que no ha sabido esperar.
A pesar de todo, confía en que, igual, en otro partido, pueda salir de titular y dejar de esperar.
MUELLE DE LAS CARABELAS - HUELVA
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Hace 17 años
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