DESDE LA MADUREZ

Con la serenidad que aportan las canas surgidas a través de una suma muy considerable de años y experiencias, me atrevo a decirte que la vida y tú sois lo mismo, uno e irremediablemente unidos.

Por ello es extremadamente peligroso aconsejarte acerca de casi nada, dado que tus circunstancias y vivencias son como tu, únicas e irrepetibles por otra persona.

Aunque la semejanza de las situaciones me haga en ocasiones pensar que son una repetición de las mías ya pasadas, te puedo decir que analizándolas con calma, nada tienen que ver, dado que tus reacciones nunca podrán ser iguales que las mías y eso es lo que hace que no te pueda advertir, ni mucho menos reprochar las consecuencias de las mismas.

Lo que sí que podré hacer es, con mi madura serenidad, observar, animar y consolar.

Desde esta época tranquila y lineal de mi vida, quizás sería más sensato pedirte mil disculpas si en alguna ocasión te he hecho sentir demasiado inexperto o incapaz de poder resolver tus conflictos y encaminar (hablando siempre bajo mi punto de vista completamente persona, como ser único que también soy yo) tus ilusiones en la dirección correcta.

Estoy seguro que a través de los numerosos reproches y consejos dados sin suficiente conocimiento, sólo he intentado rectificar actos propios imposibles de arreglar ahora y cuyos resultados no he sabido asimilar.

Cuando al fin he conseguido llegar al punto de tener el tiempo, pero sobre todo la capacidad de analizar mi larga existencia, lo único que te puedo aconsejar es que estés alerta y tu mismo seas tu juez y arbitro. Que aprendas de tus propias experiencias y aproveches cada ocasión que tu propio ser te da para afrontar tu ÚNICA vida de modo que no te lesiones demasiado.

Sinceramente, te pido que vivas tu ser de la mejor manera que sólo tu sabes hacer.